En Europa hablan de “el” Danubio, para referirse al segundo río más grande del viejo continente. En Venezuela, en cambio, se habla de “la” Danubio, para nombrar a la más conocida red de pastelerías que recorre la ciudad de Caracas. Y “la Danubio”, para los entendidos, es sinónimo de Kerese.

Pal Kerese, emigrante húngaro llegado a Venezuela en 1948, fundó junto a su esposa Evelia Amaya, oriunda de San Cristóbal, la sede original de la Pastelería Danubio en la calle Guaicaipuro de Chacao en 1970. Cincuenta y dos años después, esta sede no sólo se mantiene sino que es el afluente principal que surte a las otras seis sucursales

La de Santa Rosa de Lima, inaugurada en 1989, la del Multicentro Empresarial del Este, creada en 1994, la de Santa Mónica, en 1997, la de La Trinidad, abierta en el 2004, la de Macaracuay, de 2008, y en 2012 la del Centro Comercial Las Cúpulas, en Los Palos Grandes, que vino a sustituir a la Danubio del C.C. Sambil.

      

 

La Pastelería Danubio se mantiene fiel a su marca de origen: no es una franquicia sino un negocio familiar. Cada miembro de la familia Kerese participa activamente en los distintos procesos de la empresa, estando presente en cada una de las sedes.

Desde 1970 hasta el día de hoy, la Pastelería Danubio ha garantizado que el sabor, la textura y la calidad de sus cachitos, sus pasteles, sus postres y todos sus productos sea la misma, forjando en el paladar de los venezolanos una sensación de familiaridad y pertenencia.

El secreto no está sólo en los ingredientes, sino en la pasión con que se hace el trabajo, dice la señora Evelia, pilar fundamental de la Pastelería Danubio. Pasión por el oficio que los Kerese han sabido transmitir a sus empleados, una parte fundamental del proceso, quienes han contribuido con su presencia a lo largo de varios años, incluso décadas, a mantener vigentes las razones por las que la Pastelería Danubio es una referencia imprescindible de la Caracas moderna.

Esta tradición, sin embargo, no hubiera podido forjarse sin aliados comerciales cuya lealtad y altos estándares en sus productos han influido decisivamente en la calidad del servicio prestado durante cuarenta y dos años.

No otra cosa podría decirse de los clientes, quienes han hecho de la Pastelería Danubio una prolongación de sus propios hogares, dándole un espacio en los cumpleaños, bodas, bautizos y cualquier celebración o reunión familiar que luego habrá de recordarse.

Dice una vieja sentencia que “nadie se baña dos veces en el mismo río”. En “el” Danubio que se supo inventar en el trópico un emigrante húngaro, hace ya muchos años, los venezolanos se sumergen dos, tres y muchísimas veces, en cualquiera de los siete puntos de ese río de pasteles, donde el sabor y el saber, el hambre y el gusto, se confunden.